El Trastorno por Déficit de Atención e Hiperactividad (TDAH) representa uno de los trastornos más comunes en la infancia. Los tres síntomas principales, que pueden estar presentes en mayor o en menor medida, son: inatención, hiperactividad e impulsividad. En función de la presencia de intensidad de los síntomas, el TDAH se puede clasificar en tres subtipos: Presentación combinada, presentación predominante con falta de atención o inatento, y presentación predominante hiperactiva/impulsiva.
El diagnóstico no suele realizarse hasta los 6 años de edad, pero los padres con frecuencia informan de síntomas con anterioridad, incluso cuando sus hijos eran bebés. Por ejemplo, los padres pueden comentar que lloraban más que otros bebés, se mostraban irritables o dormían poco. Es frecuente que los niños con TDAH se comporten como “movidos por un motor” y que tengan dificultades para permanecer quietos y en silencio. Aunque tengan un nivel de inteligencia normal, suelen presentar un rendimiento académico deficiente, ya que les cuesta concentrarse en el trabajo escolar. Po último, suelen presentar altos niveles de impulsividad, de forma que actúan o hablan sin tener en cuenta las consecuencias posteriores.