Slow parenting y el valor del aburrimiento

A menudo escuchamos a nuestros hijos repetir que «están aburridos». Lo más probable es que lo hagan en tono de queja, como si nos dijeran: «¡Ayuda! No tengo nada interesante que hacer, y quiero que tú lo soluciones».

Parece como si en nuestra cultura occidental, industrializada, el «no hacer» fuera un error, como si la acción constante fuera el único estado en el que deberíamos encontrarnos siempre, y una vez que esta se detiene, entramos en pánico pensando que estamos perdiendo el tiempo.

Si a esto le añadimos que vivimos un momento único en la historia de la infancia, en el que padres y madres sentimos una gran presión para dar a nuestros hijos lo mejor de todo, es fácil imaginar la presión que nos representa la queja de nuestros hijos aburridos.

Una respuesta a esta situación extrema, consecuencia de un mundo competitivo y consumista, es empezar a redescubrir los placeres simples de la vida, que en las familias significa pasar tiempo juntos. De este giro se deriva lo que se conoce como slow parenting o crianza lenta.

 

¿Qué es el slow parenting?

Es una filosofía de vida y de crianza de los hijos que cree que más deprisa no es siempre mejor, y que las personas y los niños necesitan menos actividades programadas y más tiempo en la naturaleza, menos entretenimiento y más paz interior.

Lento no significa hacer las cosas a una velocidad de tortuga, sino hacerlas a la velocidad adecuada. Esto implica calidad por encima de cantidad, y unas conexiones humanas reales y significativas que nos invitan a estar presentes en cada instante.

En un momento actual en el que todos estamos tan ocupados, tenemos que ser activos para hacer espacio a la familia. Sin embargo, empezar a cambiar la manera de hacer las cosas puede ser muy sencillo, con actividades simples como, por ejemplo, acordar hacer un desayuno especial un día concreto de la semana o ir a pasear una noche antes de ir a dormir.

Dedica un tiempo a observar a tus hijos, ya sea jugando, haciendo los deberes o merendando. Desconectar de los aparatos electrónicos y las redes sociales y salir juntos es también una buena forma de volver a conectar con la familia (salir al campo, mirar las estrellas, jugar en el parque…). Los niños pueden aprender mucho sobre la gente y sobre ellos mismos simplemente jugando con la familia.

¿Por qué es necesario el aburrimiento?

Es importante enseñar a nuestros hijos a ver el aburrimiento no como un estado negativo, sino como una situación llena de posibilidades.

Con el aburrimiento llegan la creatividad y la resolución de problemas. Solucionar el aburrimiento de los niños con una lista de ideas o proponiendo una actividad enseguida es castrar sus propias capacidades de resolución de problemas e impedir que gestionen su propio tiempo.

  • Evita regañar a tus hijos cuando se quejen de que están aburridos diciéndoles por ejemplo que los niños en África no se aburren; esto solo les crea vergüenza y no les ayuda.
  • No les critiques nunca por “no hacer nada». La mayoría de nosotros pasaremos nuestra vida adulta intentando aprender a no hacer nada.
  • No elimines su aburrimiento. Si realmente necesitan ayuda, haz un cambio menor: abre una ventana, reproduce música o coloca un libro o un puzle en la mesa sin hacer ningún comentario.
  • No los distraigas. No los interrumpas ni comentes nada mientras están inmersos en su propia actividad, ya que esto reduce su foco de atención y lo redirigen para buscar constantemente la próxima distracción.
  • Planifica menos. Programa una única actividad al día, como visitar un museo, ir al parque o jugar a algún juego.
  • Respeta sus preferencias. Si vais a un museo o a un parque de atracciones, no hay ninguna necesidad de «verlo todo» (aunque quieras amortizar el dinero de las entradas), de modo que si tus hijos quieren subir a la misma atracción una y otra vez, respétalos. Cada actividad tiene un valor.
  • Da ejemplo. Disfruta de tu tiempo libre delante de tus hijos leyendo un libro, haciendo meditación o escuchando música.
  • Déjales solos. Los niños (incluso los más pequeños) a veces desean estar solos un rato. Asegúrate de que estarán bien y hazles saber que estás cerca, pero aléjate de ellos a menudo y permite que su juego y su privacidad les ayuden a desarrollar su propio ritmo y sus intereses.

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