Cómo ayudar a tu hijo a afrontar la muerte de un ser querido

Por 05/09/2019 octubre 1st, 2019 Temas de psicología infantil-juvenil

Puede ser difícil saber cómo ayudar a los niños a afrontar la pérdida de un ser querido, especialmente porque los padres también atraviesan su propio duelo. Los niños pueden entender la muerte de formas diferentes según su edad, sus experiencias vitales y su personalidad, pero hay que tener en cuenta algunas cuestiones importantes en todos los casos.

Explicar la muerte con un lenguaje que entiendan

Anima a tus hijos a hacer preguntas, aunque no sepas todas las respuestas. Es importante crear una atmósfera de confianza y comunicación, y que sepan que no hay una forma correcta ni incorrecta de sentirse.

Hasta los 5 o 6 años, la imagen que los niños tienen del mundo es muy literal. Por lo tanto, deberás explicarles la muerte utilizando un lenguaje muy concreto. Si el ser querido estaba enfermo o era mayor, puedes explicarles que su cuerpo ya no funcionaba y que los médicos no pudieron arreglarlo. Si alguien muere de repente, como en un accidente, puedes explicarles que, a causa de este triste accidente, el cuerpo de la persona ya no funciona. Puedes explicarles que «muerte» o «morir» significa que el cuerpo deja de funcionar.

Para los niños de esta edad es difícil entender que todas las personas y todos lo seres vivos acaban muriendo, que esto es algo definitivo y que ya no volverán. Por eso, es posible que te pregunten dónde está ese ser querido o cuándo va a volver. Por muy frustrante que te resulte, sigue repitiendo con calma que esa persona ha muerto y ya no podrá volver. Incluso puede que se queden satisfechos si les dices que alguien que ha muerto está ahora en el cementerio.

Evita utilizar eufemismos, como que los seres queridos «se han ido lejos» o «están durmiendo», o incluso que habéis «perdido» a esa persona. Dado que los niños pequeños piensan de forma tan literal, estas frases les pueden inducir sin querer a sentir miedo a irse a dormir o cuando alguien se vaya lejos.

Entre los 6 y 10 años, los niños empiezan a comprender que la muerte es algo definitivo, incluso aunque no entiendan que esto les ocurrirá a todos los seres vivos algún día. Un niño de 9 años puede pensar, por ejemplo, que si se porta bien o si pide un deseo, su abuela no se morirá. A menudo, a esta edad los niños imaginan la muerte personificándola y piensan en ella como «el hombre del saco» o un fantasma o un esqueleto. Pueden entenderla mejor si les das explicaciones precisas, simples, claras y honestas sobre lo que ha ocurrido.

Cuando los niños entran en la adolescencia, empiezan a entender que todos lo seres humanos finalmente mueren, independientemente de su categoría, su comportamiento o sus deseos. A medida que evolucione su comprensión de la muerte, de manera natural surgirán en ellos preguntas sobre la mortalidad y la vulnerabilidad. Por ejemplo, si un amigo de 16 años muere en un accidente de coche, es posible que tu hijo adolescente sienta miedo a conducir o incluso a ir en coche durante un tiempo. La mejor manera de afrontarlo es hacer hincapié en lo espantoso y triste que fue ese accidente.

Los adolescentes tienden a preguntar sobre el sentido de la muerte a alguien cercano a ellos. Un adolescente que pregunta por qué alguien tiene que morir probablemente no está buscando respuestas literales, sino empezando a explorar la idea del sentido de la vida. También tienden a experimentar cierta culpa, especialmente si muere alguno de sus amigos. Sea lo que sea lo que sienta tu hijo adolescente, lo mejor que puedes hacer es alentarlo a que exprese y comparta su dolor.

El duelo

¿Es buena idea llevar a los niños a los funerales? Depende de ti y de tu hijo. Es bueno dejar que participen en cualquier ritual de duelo si quieren hacerlo. Antes que nada, explícales lo que ocurre en un funeral o entierro y ofréceles la posibilidad de que decidan si quieren ir. Háblales de tus creencias sobre la muerte y explícales el sentido de los rituales de duelo que realizáis tú y tu familia.

Si crees que tu propio dolor puede impedirte ayudar a tu hijo en este momento difícil, pide a un amigo o familiar que se ocupe de él mientras dura la ceremonia. A muchos padres les preocupa que sus hijos sean testigos de su dolor y su tristeza, que los vean llorar una muerte. No obstante, si permites que tu hijo vea tu dolor, le estarás enseñando que llorar es una reacción natural ante el dolor emocional y la pérdida, y puede hacer que se sienta más cómodo a la hora de expresar sus propios sentimientos. Aun así, también es importante transmitirle que, por muy triste que te sientas, seguirás siendo capaz de cuidarle y de hacer que se sienta seguro.

Si se necesita más ayuda

Los niños necesitan que se les deje espacio, que se les comprenda y se les trate con paciencia para que puedan expresar la pena a su manera. Es posible que no muestren la pena de la manera en que lo haría un adulto. Un niño pequeño tal vez no llore, o tal vez reaccione a la noticia portándose mal o con hiperactividad. Un adolescente quizá se muestre enfadado y se sienta más cómodo sincerándose con sus amigos. Sea cual sea la reacción que tengan tus hijos, no te lo tomes como algo personal. Recuerda que afrontar una pérdida es como afrontar cualquier otra situación física, mental o emocional y que requiere un proceso.

Sin embargo, mantente alerta por si tu hijo muestra algún signo de que necesita ayuda para afrontar la pérdida. Si su comportamiento cambia radicalmente (por ejemplo, si normalmente es sociable y se entiende fácilmente con la gente y de repente se muestra enfadado o reservado, o si pasa de sacar buenas notas a sacar malas notas), busca ayuda.

Puedes consultar con un médico, con el psicólogo de la escuela o con alguna organización que ofrezca atención psicológica para que te oriente y te aconseje. También puedes buscar asesoramiento en libros, páginas web, grupos de apoyo y otros recursos que ayudan a las personas en situaciones de duelo.

Los padres siempre pueden intentar proteger a sus hijos para apartarlos de las situaciones que implican tristeza y pérdida, pero al enseñarles a afrontar este tipo de sentimientos, desarrollan recursos emocionales que les serán útiles toda su vida.

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