MANEJO DE LAS RABIETAS

Por 09/12/2019 enero 27th, 2020 Temas de psicología infantil-juvenil

Las rabietas pueden ser frustrantes para cualquier padre. En vez de verlas como pequeños desastres, trátalas como una oportunidad para educar.

¿Por qué los niños tienen rabietas?

Las rabietas van desde los quejidos y los llantos hasta los gritos, chillidos, patadas, golpes y aguantarse la respiración. Algunos niños tienen rabietas a menudo, y hay otros que solo las tienen muy de vez en cuando. Las rabietas son una parte normal del desarrollo de un niño. Son la forma que tienen los niños pequeños de mostrar su malestar o su frustración.

Las rabietas pueden ocurrir cuando los niños están cansados, hambrientos, molestos o incómodos, y cuando no pueden conseguir algo (como un juguete o la atención de un padre) que desean. Aprender a afrontar la frustración es una habilidad que los niños van desarrollando con el paso del tiempo.

Las rabietas son igual de frecuentes en los niños que en las niñas, y suelen ocurrir entre las edades de 1 a 3 años, cuando los niños están empezando a desarrollar las habilidades lingüísticas. Puesto que aún no pueden expresar con palabras lo que quieren, sienten o necesitan, las experiencias frustrantes les pueden provocar rabietas. Conforme van mejorando en sus habilidades lingüísticas, las rabietas tienden a disminuir.

A esta edad, los niños desean tener más independencia y más control sobre su entorno; de hecho, más de los que ellos son capaces de asumir. Esto puede desembocar en luchas de poder, mientras el niño piensa «lo puedo hacer yo solo» o «quiero eso ya: dámelo». Cuando descubren que no lo pueden hacer solos o que no pueden tener todo lo que desean, aparecen las rabietas.

Cómo evitar las rabietas

Trata de evitar las rabietas en primer lugar, siempre que sea posible. He aquí algunas ideas que te pueden ayudar:

  • Dedica a tu hijo mucha atención positiva. Desarrolla el hábito de fijarte cuando tu hijo se porta bien. Recompénsalo con atención y elogios ante comportamientos positivos.
  • Concede a tu hijo cierto control sobre cosas pequeñas. Permítele hacer elecciones de poca importancia, como «¿Quieres zumo de naranja o de manzana?» o «¿Prefieres lavarte los dientes antes o después de bañarte?». De este modo, no le tendrás que decir «¿Quieres lavarte los dientes ahora?», lo que inevitablemente acarrearía la respuesta «no».
  • Mantén los objetos prohibidos fuera de la vista y del alcance de tu hijo. Esto reducirá las probabilidades de que luche por alcanzarlos. Obviamente, esto no siempre es posible, sobre todo fuera de casa, donde no se puede controlar el entorno.
  • Distrae a tu hijo. Aprovéchate de la brevedad del alcance de la atención de un niño pequeño y ofrécele algo distinto a lo que él quiere pero no puede tener. Empieza con una nueva actividad que sustituya a la actividad frustrante o prohibida. O limítate a cambiar de ambiente. Llévalo a un interior o a un exterior, o bien a otra habitación.
  • Ayuda a tu hijo a aprender nuevas habilidades y a tener éxito. Elógialo para ayudarlo a sentirse orgulloso de lo que es capaz de hacer. Empieza por cosas sencillas antes de avanzar hacia tareas más desafiantes.
  • Cuando tu hijo te pida algo, considera atentamente su petición.¿Es intolerable? Tal vez no lo sea. Elije tus batallas.
  • Conoce los límites de tu hijo.Si sabes que tu hijo está cansado, no es el mejor momento para ir al supermercado ni para hacer a toda prisa el último recado.

Tácticas para afrontar las rabietas

Mantén la calma cuando respondas a una rabieta. No compliques el problema con tu propia frustración o enfado. Recuérdate a ti mismo que tu tarea consiste en ayudar a tu hijo para que aprenda a calmarse. Por lo tanto, tú también necesitas calmarse.

Las rabietas se deben manejar de una forma distinta en función de cuál sea la causa que haya alterado a tu hijo. A veces, solo necesitarás consolarlo. Si está cansado o tiene hambre, lo mejor es que se eche una siesta o que se tome un tentempié. Otras veces, lo mejor será ignorar la rabieta y distraerlo con una actividad nueva.

Si la rabieta ocurre porque tu hijo quiere llamar tu atención, una de las mejores formas de reducir esa conducta consistirá en ignorarla. Si la rabieta ocurre porque no puede conseguir algo que desea, mantén la calma y no le des muchas explicaciones sobre los motivos por los que no puede tener lo que desea. Y cambiad a otra actividad.

Si la rabieta ocurre después de haberle dicho a tu hijo que haga algo que no quiere hacer, es mejor que ignores la rabieta. Pero asegúrate de que completa la tarea después de que se haya tranquilizado.

Los niños que se pueden hacer daño a sí mismos o hacérselo a los demás durante una rabieta se deben llevar a un lugar silencioso y seguro para que se tranquilicen. Esto también es aplicable a las rabietas que ocurren en lugares públicos.

Si hay cuestiones de seguridad implicadas y el niño repite el comportamiento prohibido después de que le digan que pare, utiliza la pausa obligada o «tiempo muerto» o bien contén al niño con firmeza durante varios minutos. Sé coherente y consistente. No cedas en cuestiones de seguridad.

Los niños en edad preescolar o más mayores tienen más probabilidades de utilizar las rabietas para salirse con la suya si han aprendido que este comportamiento funciona. Para los niños en edad escolar, es adecuado enviarlos a su cuarto para que se tranquilicen, al tiempo que se presta poca atención a su comportamiento. En lugar de establecer un límite de tiempo específico, dile a tu hijo que se quede en su habitación hasta que haya recuperado el control. Esto le otorgará cierto poder: podrá modificar el resultado por medio de sus propias acciones y, así, recuperará la sensación de control que había perdido durante la rabieta. De todos modos, si «la pausa obligada» (o tiempo muerto) se debe a una conducta negativa (como pegar), añadida a la rabieta, establece un límite de tiempo.

Después de la tormenta 

No recompenses la rabieta de tu hijo cediendo a sus peticiones. Esto solo le demostrará que la rabieta funciona. En lugar de ello, elógialo verbalmente por haber recuperado el control. Dile frases como: «Me gusta cómo te has sabido tranquilizar.»

Además, los niños pueden sentirse especialmente vulnerables después de tener una rabieta, porque saben que se han portado mal. Entonces (cuando tu hijo ya se haya calmado) será el momento de darle un abrazo y de tranquilizarle diciéndole que lo quieres, haga lo que haga.

Asegúrate de que tu hijo esté durmiendo lo suficiente. Cuando un niño no duerme lo suficiente, puede estar hiperactivo, antipático, irritable y tener conductas extremas. El hecho de que un niño empiece a dormir lo suficiente puede reducir de forma considerable sus rabietas. Averigua cuánto tiempo de sueño es necesario para su edad.

Cuándo llamar al médico 

Habla con el médico de tu hijo si:

  • Sueles reaccionar a las rabietas de tu hijo con enfado o perdiendo el control.
  • Continúas cediendo ante las rabietas de tu hijo.
  • Las rabietas de tu hijo despiertan muchos sentimientos negativos entre vosotros.
  • Tienes dudas y preguntas sobre cómo te estás comportando tú o tu hijo.
  • Las rabietas de tu hijo aumentan en frecuencia, intensidad o duración.
  • Tu hijo se hace daño a sí mismo o a otras personas con frecuencia.
  • Tu hijo está muy irritable, discute mucho y apenas coopera.

Su médico también puede averiguar si hay algún problema de salud que podría estar contribuyendo a las rabietas de tu hijo, aunque se trata de algo poco frecuente. A veces, un problema en la vista o en la audición, una enfermedad crónica, un retraso en el lenguaje o un trastorno del aprendizaje pueden favorecer las rabietas.

Recuerda que las rabietas no suelen ser un motivo para preocuparse y que suelen desparecer por sí solas. Conforme los niños maduran, ganan autocontrol. Aprenden a cooperar, a comunicarse y a afrontar la frustración. Menos frustración y más control equivale a menos rabietas y a unos padres más felices.

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