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Temas de psicología infantil-juvenil

Qué son los trastornos de la conducta alimentaria

Por | Temas de psicología infantil-juvenil

Son problemas relacionados con la forma de comer de las personas. Pueden ser muy perjudiciales para nuestra salud, nuestras emociones y nuestras relaciones personales.

Tipos de trastornos de la conducta alimentaria

  • Anorexia nerviosa.Las personas que la sufren:
    • Comen muy poco a propósito, cosa que las lleva a tener un peso corporal muy bajo.
    • Tienen pavor a ganar peso, no soportan la idea de estar gordas.
    • Tienen una imagen corporal distorsionada, se siguen viendo gordas a pesar de estar muy delgadas.
    • Son muy estrictas sobre qué deben comer y en qué cantidad, pueden estar pensando en las calorías constantemente.
    • Para perder peso, ayunan o hacen demasiado ejercicio, o bien usan laxantes, diuréticos o enemas.
  • Bulimia nerviosa.Las personas que la sufren:
    • Comen demasiado y sienten que pierden el control para dejar de comer; esto se llama comer por atracón.
    • Compensan o corrigen el comer en exceso vomitando a propósito; esto se conoce como purgarse.
    • Para evitar ganar peso pueden usar laxantes, diuréticos, pastillas, el ayuno o hacer mucho ejercicio físico.
    • Se juzgan a sí mismas basándose solo en su aspecto corporal y en su peso.
    • Comen mucho más (durante un período determinado de tiempo) que la mayoría de la gente.
    • Pueden estar delgadas, tener un peso promedio o tener sobrepeso.
  • Trastorno por atracón.Las personas que lo sufren:
    • Comen demasiado y sienten que pierden el control para dejar de comer; esto se llama comer por atracón.
    • Ingieren grandes cantidades de comida incluso cuando no tienen hambre.
    • Se pueden sentir mal o culpables después de darse un atracón.
    • A menudo ganan peso, y pueden tener mucho sobrepeso.
    • Comen más deprisa de lo normal.
    • Pueden comer a solas para que los demás no se enteren de cuánto comen.
    • A diferencia de las personas con bulimia nerviosa, las personas con trastorno por atracón no vomitan de forma voluntaria, no usan laxantes ni hacen ejercicio físico para compensar sus atracones.
    • Si una persona se da un atracón por lo menos una vez a la semana durante tres meses seguidos, esto puede ser un signo de que padece un trastorno por atracón.
  • Trastorno por evitación/restricción de la ingesta.Las personas que lo sufren:
    • No tienen interés por la comida o la evitan.
    • No comen porque les disgusta el olor, el sabor, la textura o el color de la comida.
    • Pierden peso o no ganan peso según lo que sería esperable.
    • No temen ganar peso.
    • No tienen una imagen corporal negativa o distorsionada de sí mismas.
    • Pueden tener miedo a vomitar o a atragantarse con un alimento y sufrir asfixia por aspiración.

Cómo afectan los trastornos de la conducta alimentaria a la salud y a las emociones

La anorexia nerviosa puede conducir a problemas causados por la desnutrición y el bajo peso corporal, como:

  • tensión arterial baja (hipotensión)
  • pulso lento o frecuencia cardíaca irregular
  • sentirse cansado, débil, mareado o llegarse a desmayar
  • estreñimiento e hinchazón abdominal
  • menstruaciones irregulares
  • huesos débiles
  • retraso de la pubertad y crecimiento más lento de lo normal
  • tener problemas para concentrarse y para recordar cosas
  • sentirse solo, triste o deprimido
  • tener ansiedad y miedo a ganar peso
  • tener ideas de hacerse daño a uno mismo

La bulimia nerviosa puede conducir a problemas causados por los vómitos y el uso de laxantes y diuréticos, como:

  • tensión arterial baja (hipotensión)
  • frecuencia cardíaca irregular
  • sentirse cansado, débil, mareado o llegarse a desmayar
  • sangre en los vómitos o en las heces
  • erosión y caries dentales
  • hinchazón de mejillas (glándulas salivales)
  • tener autoestima baja, ansiedad y depresión
  • abusar del alcohol o tener problemas con las drogas
  • tener ideas de hacerse daño a uno mismo

El trastorno de comer por atracón puede conducir a problemas de salud relacionados con el peso, como:

  • diabetes
  • tensión arterial alta (hipertensión)
  • colesterol alto y triglicéridos altos
  • hígado graso
  • apnea del sueño
  • tener autoestima baja, ansiedad y depresión
  • sentirse solo, fuera de control, enfadado o impotente
  • tener problemas para afrontar emociones fuertes o acontecimientos estresantes

El trastorno por evitación/restricción de la ingesta puede conducir a problemas de salud derivados de la desnutrición, como:

  • no ingerir suficientes vitaminas, minerales ni proteínas
  • tener que alimentarse y recibir suplementos por sonda
  • crecer menos de lo esperable
  • más probabilidades de tener ansiedad o TOC, trastornos del espectro autista o TDAH, y problemas en casa y en la escuela derivados de su conducta alimentaria

Cuáles son las causas de los trastornos de la conducta alimentaria

Este tipo de trastornos no tienen una sola causa. Los genes, el ambiente y el estrés desempeñan un papel importante. Hay algunos factores que pueden aumentar las probabilidades de padecerlos, como:

  • tener una imagen corporal distorsionada o negativa
  • centrarse demasiado en el aspecto físico o en el peso
  • ponerse a dieta a edades tempranas
  • practicar deportes que se centran en el peso (gimnasia, ballet, patinaje…)
  • tener un familiar con un trastorno de la conducta alimentaria
  • tener problemas de salud mental, como ansiedad, depresión o TOC

Cómo se diagnostican los trastornos de la conducta alimentaria

Los profesionales de la salud pueden diagnosticar un trastorno de la conducta alimentaria basándose en el historial médico, los síntomas, las pautas de pensamiento, las conductas alimentarias y una exploración física.

El médico registrará el peso y la estatura de la persona y comparará estas medidas usando una gráfica de crecimiento. Es posible que el médico pida pruebas para saber si puede haber otra causa para los problemas relacionados con la alimentación y para evaluar los problemas causados por el trastorno.

Las familias pueden fijarse en los primeros signos de alarma, como:

  • cambios en su dieta, como una dieta baja en hidratos de carbono o en grasas
  • ir al baño con frecuencia, sobre todo durante o después de las comidas
  • comer a solas
  • aumento de su actividad física

Cómo se tratan los trastornos de la conducta alimentaria

Se tratan mejor cuando los lleva un equipo de profesionales, que suele incluir a un médico, un dietista o nutricionista y un terapeuta. El tratamiento engloba el asesoramiento sobre nutrición, los cuidados médicos y la psicoterapia (individual, de grupo y familiar).

El médico puede recetar medicamentos para tratar el trastorno por atracón, la ansiedad, la depresión u otros problemas relacionados con la salud mental.

Los detalles del tratamiento dependerán del tipo concreto de trastorno que presente cada persona y de lo grave que sea. Algunas personas deben ser hospitalizadas debido a su extrema pérdida de peso y a las complicaciones médicas que presentan.

Creo que mi hijo puede tener un trastorno de la conducta alimentaria

  • Pide ayuda cuanto antes.Si se aborda pronto, hay muchas más probabilidades de recuperarse. Pide hora para tu hijo con un médico o un especialista en trastornos de la conducta alimentaria.
  • Habla con tu hijo sobre lo que le preocupa.Mantén la calma, sé directo y afectuoso con él. Hazle saber que estás ahí para ayudarle. Pídele que te explique cómo se siente.
  • Acudid a todas las visitas médicas.El tratamiento requiere tiempo y esfuerzo. Trabaja con el equipo médico para obtener la ayuda que necesita tu hijo. Haz todas las preguntas que necesites hacer.
  • Ten paciencia y sé comprensivo.Aprende qué puedes hacer para ayudar a tu hijo. Trata de mantener una relación estrecha y positiva con él. Escúchalo, habla con él y haz cosas con las que disfruta.

 

Cómo afrontar el acoso (o bullying)

Por | Temas de psicología infantil-juvenil

Si tu hijo es víctima de acoso, escúchalo y dale todo tu apoyo. Si el acoso tiene lugar en su centro de estudios, informa a la dirección del centro.

Transmítele la idea de que, aunque todos seamos diferentes, es importante saber tratar a todos con respeto. Sé comprensivo con él y dale los consejos que figuran a continuación.

Se produce bullying cuando una persona o un grupo de personas se mete con otra de forma repetida. Los acosadores se burlan de las personas que ellos creen que no encajan en su grupo de referencia. Pueden reírse o burlarse de ellas por muchos motivos, tales como su aspecto físico, su comportamiento, su raza o su religión, su estatus social, su identidad sexual…

El bullying puede presentarse de varias formas distintas:

  • Acoso físico: cualquier tipo de contacto en el que una persona no quiera participar (como empujar, zancadillear, dar puñetazos, dar patadas, morder, golpear…).
  • Acoso sexual: relaciones sexuales no deseadas.
  • Acoso verbal: insultar, pinchar, reírse o meterse con alguien utilizando la palabra.
  • Acoso psicológico: cotillear, difundir rumores sobre una persona o excluirla para que se sienta mal consigo misma.
  • Acoso cibernético (ciberbullying): utilizar internet y los medios digitales de comunicación social para decir cosas que no se dirían en persona, enviar mensajes malintencionados o publicar información, fotografías o vídeos de carácter personal para herir o avergonzar a alguien.

A los acosadores les gusta controlar a los demás, están centrados en ellos mismos, tienen pocas habilidades sociales, es posible que no les preocupe la gente o que les falte empatía, suelen ser inseguros y acosan a los demás para sentirse mejor.

Algunas personas acosan a los demás para afrontar su propio estrés, su propia rabia y su propia frustración. Hay acosadores que han sido acosados y ahora quieren mostrar su poder haciendo lo mismo a otras personas.

Hay acosadores que no comprenden emociones sociales normales como la culpa, la empatía, la compasión o el remordimiento. Estas personas necesitan ayuda de un profesional de la salud mental, como un terapeuta, un trabajador social, un psiquiatra o un psicólogo.

Cómo reaccionar ante el acoso

Si tu hijo sufre acoso, dile que haga lo siguiente:

  • Informarte a ti o a un adulto de confianza.
  • Ignorar al acosador y alejarse de él. A los acosadores les encanta obtener una reacción de sus víctimas. Si tu hijo ignora a su acosador, le estará enviando el mensaje de que lo que le hace no le afecta.
  • Mantener la cabeza alta. Con este gesto corporal, transmitirá al acosador la idea de que no es vulnerable.
  • No llegar nunca a las manos. Si recurre a la violencia y se pelea con el acosador, tendrá más probabilidades de resultar herido y de meterse en problemas. Dile a tu hijo que luche contra su enojo desahogándose haciendo ejercicio o escribiendo sobre ello.
  • Poner en práctica formas de demostrar la seguridad en sí mismo. Indícale que demuestre que se siente bien consigo mismo (aunque al principio tenga que fingirlo) y que ensaye cómo responder verbalmente al acosador de forma asertiva.
  • Hablar sobre el acoso que sufre. Puede ser una buena forma de expresar los miedos y las frustraciones que se le pueden acumular.
  • Encontrar a sus verdaderos amigos. Si a tu hijo le han acosado con rumores maliciosos, dile que lo cuente a sus amigos para que le ayuden a sentirse seguro y confiado, y que evite estar solo.

MANEJO DE LAS RABIETAS

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Las rabietas pueden ser frustrantes para cualquier padre. En vez de verlas como pequeños desastres, trátalas como una oportunidad para educar.

¿Por qué los niños tienen rabietas?

Las rabietas van desde los quejidos y los llantos hasta los gritos, chillidos, patadas, golpes y aguantarse la respiración. Algunos niños tienen rabietas a menudo, y hay otros que solo las tienen muy de vez en cuando. Las rabietas son una parte normal del desarrollo de un niño. Son la forma que tienen los niños pequeños de mostrar su malestar o su frustración.

Las rabietas pueden ocurrir cuando los niños están cansados, hambrientos, molestos o incómodos, y cuando no pueden conseguir algo (como un juguete o la atención de un padre) que desean. Aprender a afrontar la frustración es una habilidad que los niños van desarrollando con el paso del tiempo.

Las rabietas son igual de frecuentes en los niños que en las niñas, y suelen ocurrir entre las edades de 1 a 3 años, cuando los niños están empezando a desarrollar las habilidades lingüísticas. Puesto que aún no pueden expresar con palabras lo que quieren, sienten o necesitan, las experiencias frustrantes les pueden provocar rabietas. Conforme van mejorando en sus habilidades lingüísticas, las rabietas tienden a disminuir.

A esta edad, los niños desean tener más independencia y más control sobre su entorno; de hecho, más de los que ellos son capaces de asumir. Esto puede desembocar en luchas de poder, mientras el niño piensa «lo puedo hacer yo solo» o «quiero eso ya: dámelo». Cuando descubren que no lo pueden hacer solos o que no pueden tener todo lo que desean, aparecen las rabietas.

Cómo evitar las rabietas

Trata de evitar las rabietas en primer lugar, siempre que sea posible. He aquí algunas ideas que te pueden ayudar:

  • Dedica a tu hijo mucha atención positiva. Desarrolla el hábito de fijarte cuando tu hijo se porta bien. Recompénsalo con atención y elogios ante comportamientos positivos.
  • Concede a tu hijo cierto control sobre cosas pequeñas. Permítele hacer elecciones de poca importancia, como «¿Quieres zumo de naranja o de manzana?» o «¿Prefieres lavarte los dientes antes o después de bañarte?». De este modo, no le tendrás que decir «¿Quieres lavarte los dientes ahora?», lo que inevitablemente acarrearía la respuesta «no».
  • Mantén los objetos prohibidos fuera de la vista y del alcance de tu hijo. Esto reducirá las probabilidades de que luche por alcanzarlos. Obviamente, esto no siempre es posible, sobre todo fuera de casa, donde no se puede controlar el entorno.
  • Distrae a tu hijo. Aprovéchate de la brevedad del alcance de la atención de un niño pequeño y ofrécele algo distinto a lo que él quiere pero no puede tener. Empieza con una nueva actividad que sustituya a la actividad frustrante o prohibida. O limítate a cambiar de ambiente. Llévalo a un interior o a un exterior, o bien a otra habitación.
  • Ayuda a tu hijo a aprender nuevas habilidades y a tener éxito. Elógialo para ayudarlo a sentirse orgulloso de lo que es capaz de hacer. Empieza por cosas sencillas antes de avanzar hacia tareas más desafiantes.
  • Cuando tu hijo te pida algo, considera atentamente su petición.¿Es intolerable? Tal vez no lo sea. Elije tus batallas.
  • Conoce los límites de tu hijo.Si sabes que tu hijo está cansado, no es el mejor momento para ir al supermercado ni para hacer a toda prisa el último recado.

Tácticas para afrontar las rabietas

Mantén la calma cuando respondas a una rabieta. No compliques el problema con tu propia frustración o enfado. Recuérdate a ti mismo que tu tarea consiste en ayudar a tu hijo para que aprenda a calmarse. Por lo tanto, tú también necesitas calmarse.

Las rabietas se deben manejar de una forma distinta en función de cuál sea la causa que haya alterado a tu hijo. A veces, solo necesitarás consolarlo. Si está cansado o tiene hambre, lo mejor es que se eche una siesta o que se tome un tentempié. Otras veces, lo mejor será ignorar la rabieta y distraerlo con una actividad nueva.

Si la rabieta ocurre porque tu hijo quiere llamar tu atención, una de las mejores formas de reducir esa conducta consistirá en ignorarla. Si la rabieta ocurre porque no puede conseguir algo que desea, mantén la calma y no le des muchas explicaciones sobre los motivos por los que no puede tener lo que desea. Y cambiad a otra actividad.

Si la rabieta ocurre después de haberle dicho a tu hijo que haga algo que no quiere hacer, es mejor que ignores la rabieta. Pero asegúrate de que completa la tarea después de que se haya tranquilizado.

Los niños que se pueden hacer daño a sí mismos o hacérselo a los demás durante una rabieta se deben llevar a un lugar silencioso y seguro para que se tranquilicen. Esto también es aplicable a las rabietas que ocurren en lugares públicos.

Si hay cuestiones de seguridad implicadas y el niño repite el comportamiento prohibido después de que le digan que pare, utiliza la pausa obligada o «tiempo muerto» o bien contén al niño con firmeza durante varios minutos. Sé coherente y consistente. No cedas en cuestiones de seguridad.

Los niños en edad preescolar o más mayores tienen más probabilidades de utilizar las rabietas para salirse con la suya si han aprendido que este comportamiento funciona. Para los niños en edad escolar, es adecuado enviarlos a su cuarto para que se tranquilicen, al tiempo que se presta poca atención a su comportamiento. En lugar de establecer un límite de tiempo específico, dile a tu hijo que se quede en su habitación hasta que haya recuperado el control. Esto le otorgará cierto poder: podrá modificar el resultado por medio de sus propias acciones y, así, recuperará la sensación de control que había perdido durante la rabieta. De todos modos, si «la pausa obligada» (o tiempo muerto) se debe a una conducta negativa (como pegar), añadida a la rabieta, establece un límite de tiempo.

Después de la tormenta 

No recompenses la rabieta de tu hijo cediendo a sus peticiones. Esto solo le demostrará que la rabieta funciona. En lugar de ello, elógialo verbalmente por haber recuperado el control. Dile frases como: «Me gusta cómo te has sabido tranquilizar.»

Además, los niños pueden sentirse especialmente vulnerables después de tener una rabieta, porque saben que se han portado mal. Entonces (cuando tu hijo ya se haya calmado) será el momento de darle un abrazo y de tranquilizarle diciéndole que lo quieres, haga lo que haga.

Asegúrate de que tu hijo esté durmiendo lo suficiente. Cuando un niño no duerme lo suficiente, puede estar hiperactivo, antipático, irritable y tener conductas extremas. El hecho de que un niño empiece a dormir lo suficiente puede reducir de forma considerable sus rabietas. Averigua cuánto tiempo de sueño es necesario para su edad.

Cuándo llamar al médico 

Habla con el médico de tu hijo si:

  • Sueles reaccionar a las rabietas de tu hijo con enfado o perdiendo el control.
  • Continúas cediendo ante las rabietas de tu hijo.
  • Las rabietas de tu hijo despiertan muchos sentimientos negativos entre vosotros.
  • Tienes dudas y preguntas sobre cómo te estás comportando tú o tu hijo.
  • Las rabietas de tu hijo aumentan en frecuencia, intensidad o duración.
  • Tu hijo se hace daño a sí mismo o a otras personas con frecuencia.
  • Tu hijo está muy irritable, discute mucho y apenas coopera.

Su médico también puede averiguar si hay algún problema de salud que podría estar contribuyendo a las rabietas de tu hijo, aunque se trata de algo poco frecuente. A veces, un problema en la vista o en la audición, una enfermedad crónica, un retraso en el lenguaje o un trastorno del aprendizaje pueden favorecer las rabietas.

Recuerda que las rabietas no suelen ser un motivo para preocuparse y que suelen desparecer por sí solas. Conforme los niños maduran, ganan autocontrol. Aprenden a cooperar, a comunicarse y a afrontar la frustración. Menos frustración y más control equivale a menos rabietas y a unos padres más felices.

EL ABUSO INFANTIL

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El abuso infantil se produce cuando un padre o cualquier otro adulto causa un daño físico o emocional a un niño. En términos generales, puede tener varias formas: abuso físico, abuso sexual, negligencia o abandono, y abuso emocional o psicológico.

Es posible que los niños que sobreviven al abuso sufran emocionalmente, aunque hayan superado las lesiones físicas. Por este motivo, suelen tener dificultades para establecer y mantener relaciones a lo largo de su vida y sufrir de poca autoestima, depresión, pensamientos suicidas u otros problemas de salud mental.

Abuso físico

Cuando la gente piensa en el abuso infantil, inmediatamente lo asocia con el abuso físico, como por ejemplo pegar, golpear o sacudir a alguien. Sin embargo, el abuso físico también incluye actos como mantener a un niño sumergido bajo el agua, atarlo, quemarlo con fuego o agua hirviendo o hacerle pasar hambre.

El traumatismo craneal, o síndrome del niño zarandeado, es una forma específica de abuso físico. La mayoría de los incidentes solo duran unos pocos segundos, pero es suficiente para causar daño cerebral y hasta producir la muerte de un bebé.

Abuso sexual

El abuso sexual ocurre cuando un niño es violado u obligado a realizar un acto sexual, pero también es cualquier tipo de contacto sexual con un niño o cualquier comportamiento que tenga como fin excitar a la persona que comete el abuso. Por lo tanto, no solo se considera abuso sexual mantener relaciones sexuales con un niño, tocar los genitales de un niño o hacer que el niño le toque los genitales a otra persona, sino también lo siguiente:

  • hacer que un niño pose para hacer fotos o vídeos pornográficos
  • contar chistes o historias con connotación sexual a un niño
  • exhibirse ante un niño o mostrarle los genitales o material pornográfico
  • obligar a un niño a desnudarse

Negligencia

La negligencia es cualquier acción, o inacción, de la persona a cargo del cuidado de un niño que le causa un daño físico o emocional. Por ejemplo, no proporcionarle comida, calefacción, abrigo (durante los meses de invierno) o una vivienda adecuada es considerado un acto de negligencia. Básicamente, se trata de cualquier cosa que interfiera con el desarrollo y el crecimiento del niño, como:

  • no proporcionar atención médica cuando el niño está enfermo o lesionado
  • encerrar a un niño en una habitación o un armario
  • poner a un niño en una situación de peligro en que pueda lesionarse físicamente

El abandono es un tipo de negligencia. Consiste en dejar solo a un niño durante un período de tiempo prolongado o descuidarlo.

Abuso emocional

El abuso emocional o psicológico es un patrón de conducta que tiene un efecto negativo en el desarrollo emocional y en la autoestima del niño. Ignorarlo o no demostrarle sentimientos de amor, apoyo u orientación es considerado abuso emocional, así como amenazar, atemorizar, denigrar o criticar constantemente a un niño.

Abuso de sustancias

El uso de alcohol, tabaco o drogas prohibidas puede dificultar el buen juicio de la persona a cargo del cuidado del niño y, en consecuencia, ponerle en peligro o cometer un acto de negligencia o abuso físico. Se considera abuso infantil como consecuencia del abuso de sustancias prohibidas:

  • permitir que un niño tome alcohol o drogas prohibidas
  • fabricar, ingerir o distribuir drogas prohibidas delante de un niño
  • exponer a un feto a los efectos de drogas prohibidas u otras substancias

Perfil de la persona que comete abuso

Las personas que abusan de niños provienen de diferentes condiciones sociales y culturales. Pueden ser padres, otros miembros de la familia, maestros, entrenadores y amigos de la familia. Prácticamente cualquier persona que tiene acceso a un niño puede maltratarlo.

A veces, estas personas muestran un comportamiento determinado. Por ejemplo, es posible que los padres que abusan de sus hijos eviten relacionarse con otros padres del barrio, no participen en actividades escolares o se incomoden cuando les hablan de lesiones o problemas de conducta en sus hijos.

Habitualmente, los adultos que abusan sexualmente de un niño ya lo conocen de antes, ya que es muy raro que la persona elija un niño al azar. Es posible que la persona utilice esta relación a su favor, pidiéndole al niño que mantenga la relación en secreto o diciéndole que le pasará algo malo si se lo dice a alguien.

Muchas veces, los propios abusadores sufrieron abusos de pequeños. Suele ser difícil quebrar este círculo vicioso de abusos de una generación a otra dentro de una familia.

Señales de abuso

A veces es difícil diferenciar entre los arañazos y golpes comunes de los niños y los que surgen como resultado de un abuso. Los moretones múltiples, o constantes, los ojos con hematomas o los huesos rotos son definitivamente señales evidentes de abuso, de la misma manera que lo es la salud emocional.

Estas son algunas de las reacciones de un niño que sufre o ha sufrido abusos:

  • Estar triste o enojado. Suelen mostrarse retraídos, temerosos, deprimidos o tener poca autoestima o hacerse daño, como por ejemplo cortarse. Los niños más deprimidos pueden contemplar el suicidio o intentar suicidarse. Algunos se dedican a intimidar a otros y tienen problemas para controlar su agresividad y otras emociones. Muchos de ellos tienen pesadillas o problemas para dormir.
  • Problemas de relación. Tienen problemas para relacionarse con otros y mantener relaciones. Por lo general, no son capaces de amar o confiar en otros, especialmente cuando se trata de adultos. Una señal preocupante es cuando el niño no busca el consuelo de un padre o de la persona a su cargo.
  • Mal comportamiento o conducta de riesgo. Por lo general, se comportan mal en clase y tienen problemas de disciplina. Es posible que pierdan interés en las actividades de las que antes disfrutaban y que no se concentren en las tareas escolares. El uso de drogas y alcohol y la promiscuidad sexual son también comunes.

Es posible que otros niños no tengan problemas típicos de disciplina, pero que eviten volver a sus casas después de la escuela o hacer actividades que requieran pasar tiempo a solas con la persona que abusa de ellos.

Por otro lado, los niños que son testigos de un abuso (pero que no son víctimas directas, como por ejemplo algún hermano) también pueden presentar síntomas similares. Sin embargo, la presencia de estos síntomas no significa necesariamente que haya abuso. Los niños que están pasando por situaciones estresantes, como la separación de los padres, una mudanza familiar o la pérdida de un amigo, suelen sufrir cambios de humor.

Si sospechas de un abuso

El abuso no es un problema familiar privado, si bien por lo general ocurre dentro de las familias y se mantiene como un secreto familiar. Cuando sospeches que existe abuso infantil, debes tomar medidas para detenerlo. No importa si te equivocas: es mejor estar equivocado que lamentarlo más adelante.

  • Si sospechas que un niño está sufriendo abusos, es tu responsabilidad ponerte en contacto con la agencia local de servicios de protección infantil, la policía, un hospital o una línea telefónica de emergencias. De ser necesario, puedes mantener tu anonimato. La seguridad del niño es lo más urgente: puedes salvarle la vida sacándolo de una situación peligrosa lo antes posible.
  • Si crees que tú has abusado de tu propio hijo, o te preocupa haberlo hecho, asegúrate de que tu hijo esté en un lugar seguro lejos de ti, y luego habla con un amigo, un familiar o un profesional de la salud. Es posible que simplemente necesites alguien con quien hablar o que desees consultar con un terapeuta.
  • Si sospechas de alguien que conoces, como una niñera, mantén al niño alejado de esta persona hasta que las autoridades hayan sido notificadas. Si sospechas que la persona puede abusar del niño de nuevo, asegúrate de que el contacto entre esta persona y el niño se haga bajo la supervisión de otra persona. Nunca amenaces a una persona o trates de hacer justicia por tu cuenta.Deja que el sistema judicial penalice a la persona responsable del abuso.

Los pediatras recomiendan que los niños de los que se sospecha que sufren abuso deben acudir al hospital para ser evaluados e iniciar un tratamiento. Los hospitales son el lugar perfecto para los niños que han sufrido abuso, especialmente para los que necesitan radiografías o cultivos con el fin de realizar un diagnóstico. Las radiografías pueden identificar huesos rotos, la única señal de abuso en bebés o niños pequeños, ya que no pueden hablar para explicar lo sucedido.

También se recomienda el apoyo psicológico. Sin este, los niños que han sufrido abusos pueden sufrir problemas emocionales o repetir el patrón de abuso con sus propios hijos.

Criar a un hijo con TDAH

Por | Temas de psicología infantil-juvenil

Cómo afecta el TDAH a los niños

El TDAH hace que los niños sean más distraídos, hiperactivos e impulsivos de lo normal a su edad. Les dificulta desarrollar las habilidades que controlan la atención, el comportamiento, las emociones y la actividad. Como resultado, con frecuencia actúan de formas que a los padres les resulta difícil manejar.

Por ejemplo, como son distraídos, es posible que los niños con TDAH:

  • parezca que no están escuchando
  • tengan dificultad para prestar atención
  • no sigan correctamente las instrucciones
  • necesiten recordatorios para hacer las cosas
  • demuestren un esfuerzo insuficiente en la escuela

Como son hiperactivos, es posible que:

  • salten o jueguen de forma violenta cuando es momento de jugar de manera tranquila
  • sean desorganizados o desordenados
  • se muevan mucho y parezcan incapaces de quedarse quietos
  • hagan las cosas con prisas en lugar de tomarse su tiempo
  • cometan errores por descuido

Como son impulsivos, es posible que:

  • interrumpan mucho a la gente
  • hagan cosas sin pensar
  • hagan cosas que no debieran, incluso aunque sepan que no es correcto
  • tengan dificultad para esperar, turnarse con otros o compartir
  • tengan arrebatos emocionales, pierdan los estribos o no tengan autocontrol

Al principio, es posible que los padres no se den cuenta de que estos comportamientos forman parte del TDAH. Tal vez parezca que el niño simplemente se está portando mal. El TDAH puede causar estrés y frustración en los padres, y tal vez sientan que el niño no los respeta. Quizás se sientan avergonzados por lo que otros piensen del comportamiento de su hijo o se pregunten si han hecho algo mal. Pero para los niños con TDAH, las habilidades que permiten controlar la atención, el comportamiento y la actividad no se desarrollan de manera natural.

Qué pueden hacer los padres

La crianza es tan importante como cualquier otra parte del tratamiento del TDAH. La manera en la que los padres respondan puede mejorar el TDAH o bien empeorarlo.

Si a tu hijo le han diagnosticado TDAH:

Involúcrate. Aprende todo lo posible acerca del TDAH. Sigue el tratamiento que te recomiende el profesional de tu hijo. Acude a todas las citas de terapia recomendadas. Si tu hijo toma medicamentos, dáselos en el momento en que te lo recomienden. No cambies la dosis sin consultar al médico.

Entiende de qué manera afecta el TDAH a tu hijo. Todos los niños son diferentes. Identifica las dificultades que tu hijo tiene debido al TDAH. Algunos niños necesitan mejorar su habilidad de prestar atención y escuchar. Otros necesitan aprender a calmarse. Pídele al terapeuta de tu hijo que te dé consejos y te enseñe maneras de ayudarlo a practicar y mejorar.

Concéntrate en enseñar a tu hijo una cosa a la vez. No intentes trabajar en todo al mismo tiempo. Empieza por pequeñas cosas. Elogia a tu hijo por su esfuerzo.

Aplica la disciplina objetivamente y con cariño. Aprende cuáles son los mejores enfoques de disciplina para un niño con TDAH y qué cosas pueden empeorarlo. Obtén consejos del terapeuta de tu hijo sobre las maneras de responder a su comportamiento. Tal vez sea sensible a las críticas. La mejor manera de corregir su comportamiento es hacerlo de forma alentadora y comprensiva en vez de con castigos.

Establece expectativas claras. Antes de ir a algún lugar, habla con tu hijo para explicarle cómo quieres que se comporte. Pon más energía en enseñarle qué hacer en lugar de reaccionar a lo que no debe hacer.

Habla. No tengas miedo de hablar con tu hijo acerca del TDAH. Ayúdale a comprender que no es su culpa tener TDAH y que puede aprender formas de mejorar los problemas que le causa.

Pasad un tiempo especial juntos todos los días. Busca tiempo para conversar y hacer actividades entretenidas con tu hijo; aunque solo sean unos pocos minutos. Dedícale toda tu atención. Elogia los comportamientos positivos. No lo elogies en exceso, pero haz un comentario cuando haga algo bien. Por ejemplo, cuando espere su turno, dile: «Qué bien estás esperando tu turno».

Lo más importante es tu relación con tu hijo. Con frecuencia, los niños con TDAH sienten que están decepcionando a otros y que están haciendo las cosas mal. Protege su autoestima siendo paciente, comprensivo y tolerante. Hazle saber que crees en él y que ves todas las cosas buenas que tiene. Desarrolla la resiliencia manteniendo una relación positiva y cariñosa con él.

Colabora con la escuela de tu hijo. Habla con los maestros para saber si el niño debería tener un Programa Individualizado. Reúnete con su maestro con frecuencia para saber cómo le está yendo.

Averigua si tú tienes TDAH. Con frecuencia, el TDAH se hereda. Los padres (u otros parientes) de los niños con TDAH tal vez no sepan que también lo padecen. Cuando los padres con TDAH reciben un diagnóstico y tratamiento, esto ayuda mucho.

Cómo ayudar a tu hijo a afrontar la muerte de un ser querido

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Puede ser difícil saber cómo ayudar a los niños a afrontar la pérdida de un ser querido, especialmente porque los padres también atraviesan su propio duelo. Los niños pueden entender la muerte de formas diferentes según su edad, sus experiencias vitales y su personalidad, pero hay que tener en cuenta algunas cuestiones importantes en todos los casos.

Explicar la muerte con un lenguaje que entiendan

Anima a tus hijos a hacer preguntas, aunque no sepas todas las respuestas. Es importante crear una atmósfera de confianza y comunicación, y que sepan que no hay una forma correcta ni incorrecta de sentirse.

Hasta los 5 o 6 años, la imagen que los niños tienen del mundo es muy literal. Por lo tanto, deberás explicarles la muerte utilizando un lenguaje muy concreto. Si el ser querido estaba enfermo o era mayor, puedes explicarles que su cuerpo ya no funcionaba y que los médicos no pudieron arreglarlo. Si alguien muere de repente, como en un accidente, puedes explicarles que, a causa de este triste accidente, el cuerpo de la persona ya no funciona. Puedes explicarles que «muerte» o «morir» significa que el cuerpo deja de funcionar.

Para los niños de esta edad es difícil entender que todas las personas y todos lo seres vivos acaban muriendo, que esto es algo definitivo y que ya no volverán. Por eso, es posible que te pregunten dónde está ese ser querido o cuándo va a volver. Por muy frustrante que te resulte, sigue repitiendo con calma que esa persona ha muerto y ya no podrá volver. Incluso puede que se queden satisfechos si les dices que alguien que ha muerto está ahora en el cementerio.

Evita utilizar eufemismos, como que los seres queridos «se han ido lejos» o «están durmiendo», o incluso que habéis «perdido» a esa persona. Dado que los niños pequeños piensan de forma tan literal, estas frases les pueden inducir sin querer a sentir miedo a irse a dormir o cuando alguien se vaya lejos.

Entre los 6 y 10 años, los niños empiezan a comprender que la muerte es algo definitivo, incluso aunque no entiendan que esto les ocurrirá a todos los seres vivos algún día. Un niño de 9 años puede pensar, por ejemplo, que si se porta bien o si pide un deseo, su abuela no se morirá. A menudo, a esta edad los niños imaginan la muerte personificándola y piensan en ella como «el hombre del saco» o un fantasma o un esqueleto. Pueden entenderla mejor si les das explicaciones precisas, simples, claras y honestas sobre lo que ha ocurrido.

Cuando los niños entran en la adolescencia, empiezan a entender que todos lo seres humanos finalmente mueren, independientemente de su categoría, su comportamiento o sus deseos. A medida que evolucione su comprensión de la muerte, de manera natural surgirán en ellos preguntas sobre la mortalidad y la vulnerabilidad. Por ejemplo, si un amigo de 16 años muere en un accidente de coche, es posible que tu hijo adolescente sienta miedo a conducir o incluso a ir en coche durante un tiempo. La mejor manera de afrontarlo es hacer hincapié en lo espantoso y triste que fue ese accidente.

Los adolescentes tienden a preguntar sobre el sentido de la muerte a alguien cercano a ellos. Un adolescente que pregunta por qué alguien tiene que morir probablemente no está buscando respuestas literales, sino empezando a explorar la idea del sentido de la vida. También tienden a experimentar cierta culpa, especialmente si muere alguno de sus amigos. Sea lo que sea lo que sienta tu hijo adolescente, lo mejor que puedes hacer es alentarlo a que exprese y comparta su dolor.

El duelo

¿Es buena idea llevar a los niños a los funerales? Depende de ti y de tu hijo. Es bueno dejar que participen en cualquier ritual de duelo si quieren hacerlo. Antes que nada, explícales lo que ocurre en un funeral o entierro y ofréceles la posibilidad de que decidan si quieren ir. Háblales de tus creencias sobre la muerte y explícales el sentido de los rituales de duelo que realizáis tú y tu familia.

Si crees que tu propio dolor puede impedirte ayudar a tu hijo en este momento difícil, pide a un amigo o familiar que se ocupe de él mientras dura la ceremonia. A muchos padres les preocupa que sus hijos sean testigos de su dolor y su tristeza, que los vean llorar una muerte. No obstante, si permites que tu hijo vea tu dolor, le estarás enseñando que llorar es una reacción natural ante el dolor emocional y la pérdida, y puede hacer que se sienta más cómodo a la hora de expresar sus propios sentimientos. Aun así, también es importante transmitirle que, por muy triste que te sientas, seguirás siendo capaz de cuidarle y de hacer que se sienta seguro.

Si se necesita más ayuda

Los niños necesitan que se les deje espacio, que se les comprenda y se les trate con paciencia para que puedan expresar la pena a su manera. Es posible que no muestren la pena de la manera en que lo haría un adulto. Un niño pequeño tal vez no llore, o tal vez reaccione a la noticia portándose mal o con hiperactividad. Un adolescente quizá se muestre enfadado y se sienta más cómodo sincerándose con sus amigos. Sea cual sea la reacción que tengan tus hijos, no te lo tomes como algo personal. Recuerda que afrontar una pérdida es como afrontar cualquier otra situación física, mental o emocional y que requiere un proceso.

Sin embargo, mantente alerta por si tu hijo muestra algún signo de que necesita ayuda para afrontar la pérdida. Si su comportamiento cambia radicalmente (por ejemplo, si normalmente es sociable y se entiende fácilmente con la gente y de repente se muestra enfadado o reservado, o si pasa de sacar buenas notas a sacar malas notas), busca ayuda.

Puedes consultar con un médico, con el psicólogo de la escuela o con alguna organización que ofrezca atención psicológica para que te oriente y te aconseje. También puedes buscar asesoramiento en libros, páginas web, grupos de apoyo y otros recursos que ayudan a las personas en situaciones de duelo.

Los padres siempre pueden intentar proteger a sus hijos para apartarlos de las situaciones que implican tristeza y pérdida, pero al enseñarles a afrontar este tipo de sentimientos, desarrollan recursos emocionales que les serán útiles toda su vida.

Miedos normales en la infancia

Por | Temas de psicología infantil-juvenil

¿Es normal que los niños tengan miedos?

Sí, a veces. El miedo es una emoción que puede ayudar a los niños a ser cautos. Lo nuevo, lo grande, lo ruidoso o lo distinto pueden dar miedo al principio. Los padres pueden ayudar a sus hijos a sentirse seguros y a aprender a sentirse cómodos y tranquilos.

¿A qué tienen miedo los niños?

Las cosas que les asustan van cambiando a medida que van creciendo. Algunos miedos son frecuentes y normales a determinadas edades. Por ejemplo:

Los bebés sienten ansiedad ante los desconocidos. Cuando tienen entre 8 y 9 meses, son capaces de reconocer los rostros de las personas con quienes conviven. Por eso, las caras nuevas les pueden provocar miedo, incluso la de una nueva niñera o la de un pariente. Pueden llorar o aferrarse a uno de sus padres para sentirse seguros.

Los bebés mayores y los niños de hasta 3 años sienten ansiedad por separación. En algún momento entre los 10 meses y los 2 años, muchos bebés empiezan a sentir miedo cuando se tienen que separar de unos de sus padres. No quieren que los dejen en la guardería o solos en la cama a la hora de dormir. Pueden llorar, aferrarse a sus padres o tratar de mantenerse cerca de ellos.

A los niños pequeños les asustan cosas irreales. Los niños de 4 a 6 años usan la imaginación y saben simular cosas o fingir, pero no siempre son capaces de distinguir lo real de lo que no lo es. Por eso, tienen miedo de lo que pueda haber debajo de la cama o dentro del armario, así como de la oscuridad y de irse a la cama. Algunos temen tener sueños aterradores o pesadillas. Los niños pequeños también se pueden asustar ante los ruidos fuertes, como los de los truenos o los fuegos artificiales.

Los niños mayores tienen miedo de los peligros de la vida real. A partir de los 7 años, los monstruos que hay debajo de la cama ya no los asustan (mucho) porque saben que no son reales. A esta edad, empiezan a tener miedo de las cosas que les podrían ocurrir en la vida real. Tal vez tengan miedo de las catástrofes naturales de las que oyen hablar, de que les hagan daño o de que una persona querida pueda morir. También pueden estar ansiosos por un trabajo escolar que tienen que presentar, las notas o la necesidad de encajar en su grupo de amigos.

Los preadolescentes y los adolescentes pueden tener miedos sociales. Su aspecto físico o el hecho de encajar en su grupo de pertenencia les puede generar ansiedad. También pueden estar ansiosos o tener miedo antes de entregar un trabajo escolar, cambiar de escuela, hacer un examen importante o jugar un partido especial.

¿Cómo puedo ayudar a mi hijo cuando tiene miedo?

  • Tranquiliza a tu bebé o tu hijo pequeño diciéndole: «Todo va bien. Estás seguro. Yo estoy aquí, a tu lado». Hazle saber que estás ahí para protegerlo. Abrázalo y dile palabras tranquilizadoras para ayudarle a sentirse seguro.
  • A medida que tu hijo crezca, habla con él y escúchalo. Mantente tranquilo y transmítele tranquilidad. Ayúdale a expresar sus sentimientos en palabras y a probar cosas nuevas.
  • Ayuda a tu bebé a que se acostumbre a una persona nueva mientras lo abrazas y haces que se sienta seguro. En muy poco tiempo, esa nueva persona dejará de parecerle un desconocido.
  • Deja que tu hijo de 1 a 3 años se separe de ti durante breves períodos de tiempo al principio. Cuando necesites separarte de él, dile que volverás, dale un abrazo, sonríele y márchate. Deja que aprenda que siempre vuelves.
  • Si tu hijo pequeño tiene miedo de la oscuridad, desarrollad una rutina tranquilizadora para la hora de ir a dormir. Léele o cántale. Haz que se sienta seguro y querido.
  • Ayuda a tu hijo a afrontar sus miedos poco a poco. Por ejemplo, comprobad juntos que no hay monstruos debajo de su cama. Con tu presencia y tu apoyo, deja que vea por sí mismo que no hay nada que temer. Ayúdalo a sentirse valiente.
  • Limita las imágenes, las películas y los programas infantiles que puedan asustarle. Estas cosas solo alimentan sus miedos.
  • Ayuda a los niños y a los adolescentes a aprender a prepararse para los desafíos, como los exámenes o los trabajos escolares. Haz saber a tu hijo que crees en él.

¿Son normales los miedos que tiene mi hijo o necesitamos ayuda?

La mayoría de los niños saben afrontar sus miedos normales con la ayuda y el apoyo de sus padres. A medida que van creciendo, van superando los miedos que tenían cuando eran más pequeños.

A algunos les cuesta más y necesitan más ayuda para vencer sus miedos. Si los miedos son muy intensos o impiden que lleven una vida normal, podrían ser un indicador de un trastorno de ansiedad.

Habla con tu médico si los miedos de tu hijo:

  • parecen demasiado intensos o prosiguen más allá de la edad habitual,
  • hacen que esté muy angustiado o que tenga rabietas o berrinches,
  • impiden que lleve una vida normal, como ir a la escuela, dormir solo o estar separado de sus padres,
  • le provocan síntomas físicos (como dolor de estómago, dolor de cabeza o un ritmo cardíaco acelerado) o si nota que le falta el aire, se marea o tiene náuseas.

Llevar a tu hijo a un terapeuta

Por | Temas de psicología infantil-juvenil

¿Qué es la terapia?

Muchos niños y adolescentes tienen problemas que afectan cómo se sienten, actúan y aprenden. La terapia es un tipo de tratamiento de estos problemas, una forma de que tu hijo reciba la ayuda que necesita.

En terapia, los niños hablan y aprenden cómo afrontar y solucionar sus problemas con el fin de encontrase mejor y comportarse mejor.

¿En qué tipo de problemas ayudan los terapeutas?

Los terapeutas se han formado para ayudar a niños y adolescentes con todo tipo de problemas.

  • Momentos y situaciones difíciles: problemas familiares, problemas escolares, acoso o bullying, problemas de salud.
  • Sentimientos: tristeza, enfado, estrés y preocupación, baja autoestima.
  • Afecciones: TDAH, depresión, TOC y ansiedad, trastornos de la alimentación, autolesiones, trastornos relacionados con el mal comportamiento, trastornos relacionados con un trauma.

¿Por qué necesitan terapia los niños y los adolescentes?

Los niños y los adolescentes necesitan ir a terapia cuando tienen problemas que no pueden afrontar por sí solos o necesitan ayuda cuando los problemas afectan cómo se sienten, cómo rinden y cómo se comportan.

¿Cómo funciona la terapia?

En terapia, los niños aprenden hablando y haciendo distintas cosas. Con los niños más pequeños, puede ser dibujar, jugar y hablar. Con niños mayores y adolescentes, los terapeutas comparten actividades e ideas centradas en aprender las habilidades que necesitan sus pacientes. Hablan sobre sus sentimientos y resuelven problemas.

Los terapeutas elogian y apoyan a los niños mientras aprenden, y les enseñan a creer en sí mismos, a encontrar sus puntos fuertes y a construir sentimientos positivos, como la confianza en uno mismo, la valentía y la esperanza.

El terapeuta se puede reunir con el niño y sus padres a la vez o atender al niño a solas, en función de su edad. También se puede reunir solo con un padre o con ambos para dar consejos o ideas sobre cómo ayudar al niño en casa.

¿Qué ocurre en terapia?

Al principio, el terapeuta se reunirá contigo y con tu hijo para hablar, haceros preguntas y escuchar, con el fin de aprender más cosas sobre tu hijo y el problema que presenta. A partir de aquí, os indicará cómo os puede ayudar.

Llegado este punto, tu hijo irá a más visitas, en las que:

  • Hablará.Cuando los niños expresan sus sentimientos con palabras, en lugar de con acciones, pueden actuar de la mejor forma posible. Cuando alguien los escucha y sabe cómo se sienten, están más preparados para aprender.
  • Hará actividades.Los terapeutas usan actividades para enseñar sobre los sentimientos y las habilidades para afrontarlos. Les pueden hacer dibujar o jugar como formas de aprendizaje y enseñar la técnica de relajación llamada mindfulness y la respiración profunda como formas de reducir el estrés.
  • Practicará nuevas habilidades.Los terapeutas ayudan a los niños a practicar lo que aprenden. Pueden jugar a juegos donde se tiene que esperar turno, usar el autocontrol, tener paciencia, seguir instrucciones, escuchar, compartir, volver a intentarlo o afrontar el hecho de perder.
  • Resolverá problemas.Cuando se trata de niños mayores y adolescentes, los terapeutas preguntan cómo les afectan los problemas en casa y en la escuela, y hablan sobre cómo resolver esos problemas.

¿Durante cuánto tiempo van a terapia los niños?

La duración de la terapia es algo que depende de las metas que tengáis tú y el terapeuta de tu hijo. La mayoría de las veces, el terapeuta querrá ver a tu hijo una vez a la semana durante varios meses.

¿Cómo pueden ayudar los padres?

Puedes hacer cosas para ayudar a tu hijo a sacar el mayor provecho de ir a terapia. Estas son algunas:

  • Encontrar a un terapeuta con quien tú y tu hijo os sintáis cómodos.El equipo médico que atiende a tu hijo os puede ayudar a encontrar a un buen profesional.
  • Llevar a tu hijo a todas las visitas.Cambiar requiere tiempo. Para aprender nuevas habilidades y saber usarlas hay que asistir a bastantes visitas.
  • Reunirte con el terapeuta de tu hijo.Pregúntale qué debes hacer cuando tu hijo presente problemas en casa y cómo ayudarle a hacer las cosas bien.
  • Pasar tiempo con tu hijo.Jugar, cocinar, leer o reíros juntos. Hacerlo cada día, incluso aunque solo sea unos pocos minutos.
  • Educar a tu hijo con paciencia y amabilidad.Usa palabras agradables, incluso cuando le corrijas. Muéstrale que le quieres. Elógialo cuando lo esté haciendo bien o se esté esforzando mucho.

Tus hijos y el tabaco

Por | Temas de psicología infantil-juvenil

Los riesgos del tabaco en la salud son bien conocidos, pero muchos jóvenes adoptan estos hábitos cada año; de hecho, el 90 % de los fumadores adultos empezaron de jóvenes. Por este motivo, es importante asegurarse de que los niños comprendan los peligros de fumar y usar tabaco de mascar:

  • Los cigarrillos son una de las causas principales de muertes prevenibles y pueden causar cáncer, enfermedades cardíacas y enfermedades pulmonares.
  • Los cigarrillos electrónicos, los vaporizadores y los narguiles (pipas de agua) contienen tabaco, nicotina y otros químicos dañinos.
  • Mascar tabaco (expectoración o tabaco sin humo) puede provocar adicción a la nicotina, cáncer oral, enfermedad de las encías y un mayor riesgo de enfermedad cardiovascular, así como ataques cardíacos.

Hechos sobre el tabaco

Una de las razones por las que fumar y mascar tabaco son riesgos importantes para la salud es que contienen nicotina, que produce adicción a los pocos días. De hecho, la nicotina en el tabaco puede ser tan adictiva como la cocaína o la heroína. Esto significa que, una vez que se empieza a fumar, es muy difícil dejarlo.

Fumar puede dañar todos los sistemas del cuerpo y causar problemas de salud como enfermedades cardíacas, derrames cerebrales, enfisema y muchos tipos de cáncer, incluidos cáncer de pulmón, garganta, estómago y vejiga. Los fumadores también tienen un mayor riesgo de sufrir bronquitis y neumonía.

Además de estos problemas a largo plazo, el tabaco y otras sustancias químicas pueden perjudicar el cuerpo a corto plazo. Aumentan la frecuencia cardíaca y la presión arterial, lo que puede afectar el rendimiento deportivo. También irritan la garganta, causan mal aliento y dañan las vías respiratorias, causando la conocida «tos del fumador».

Atracción para los jóvenes

Es posible que los jóvenes se sientan atraídos por fumar y mascar tabaco por muchas razones: para parecer interesantes, para parecer mayores, para perder peso, para parecer duros o para sentirse independientes. Sin embargo, los padres pueden combatir estas inclinaciones y evitar que los niños prueben el tabaco y se enganchen.

Consejos de prevención

Para ayudar a evitar que tus hijos fumen, ten en cuenta estas pautas:

  • Habla de ello de una forma que no haga que tus hijos teman ser castigados o juzgados.
  • Sigue hablando con tus hijos a lo largo de los años sobre los peligros de consumir tabaco. Incluso el niño más pequeño puede entender que fumar es malo para el cuerpo.
  • Pregunta a tus hijos qué es lo que encuentran atractivo, o poco atractivo, acerca de fumar. Escúchalos con paciencia.
  • Anímalos a participar en actividades donde se prohíbe fumar, como los deportes.
  • Demuestra a tus hijos que valoras sus opiniones e ideas.
  • Habla con tus hijos sobre las formas de responder a la presión de sus compañeros para que fumen. Es posible que tengan suficiente seguridad para decir simplemente «no», pero ofréceles también respuestas alternativas como «Hará que mi ropa y mi aliento huelan mal» u «Odio la imagen que da de mí».
  • Enfatiza lo que tus hijos hacen bien en vez de mal. La confianza en sí mismos es la mejor protección contra la presión de grupo.
  • Anímalos a alejarse de los amigos que no respetan sus motivos para no fumar.
  • Explícales cómo el hecho de fumar controla la vida diaria de los jóvenes que empiezan a hacerlo. ¿Cómo pagan los cigarrillos? ¿Cómo tienen dinero para pagar otras cosas que quieren? ¿Cómo afecta esto a sus amistades?
  • Establece reglas firmes que excluyan fumar y mascar tabaco en casa y explícales por qué: los fumadores huelen mal, no tienen una buena imagen y se sienten mal, y eso es malo para la salud de todos.

Lo que hay que vigilar

Si la ropa de tus hijos huele a humo, trata de no reaccionar de forma exagerada. Pregúntales al respecto primero, tal vez han estado con amigos que fuman o simplemente han probado un cigarrillo. Muchos jóvenes prueban un cigarrillo en un momento u otro, pero no se convierten en fumadores habituales.

Otros signos de consumo de tabaco incluyen:

  • tos
  • irritación de garganta
  • ronquera
  • mal aliento
  • disminución del rendimiento atlético
  • resfriarse más a menudo
  • dientes y ropa manchados (también signos de consumir tabaco de mascar)
  • dificultad para respirar

Cómo comunicarte con tus hijos

A veces, incluso la mejor base de comunicación no es suficiente para evitar que los hijos experimenten con el tabaco. Puedes sentirte tentado a enfadarte, pero es mejor que te concentres en comunicarte con tus hijos.

Aquí tienes algunos consejos que pueden ayudar:

  • Evita regañar y convertir tus consejos en sermones.
  • Averigua por qué a tus hijos les atrae el tabaco y háblalo con sinceridad.
  • Muchas veces, los niños no pueden apreciar cómo sus comportamientos actuales afectan su salud futura. Háblales de los inconvenientes inmediatos de fumar: menos dinero para gastar en cosas que les gustan, dificultad para respirar, mal aliento, dientes amarillos y ropa maloliente.
  • Sigue las reglas que has establecido respecto al tabaco y no permitas que tus hijos fumen en casa solo para mantener la paz.
  • Si oyes «Puedo dejar de fumar cuando quiera», pide a tus hijos que dejen de fumar durante una semana.
  • Trata de no atosigarles. Al fin y al cabo, dejar de fumar es decisión del fumador.
  • Ayuda a tus hijos a desarrollar un plan para dejar de fumar con información y recursos y refuerza su decisión de hacerlo con elogios.
  • Haz hincapié en las recompensas naturales que se obtienen al dejar de fumar: no tener adicción, mejorar el estado físico, mejorar el rendimiento deportivo y mejorar la apariencia.
  • Trata de que visiten al médico, que puede ofrecerles apoyo y planes de tratamiento.

Si tú fumas

Los niños se dan cuenta rápidamente de cualquier contradicción entre lo que sus padres dicen y lo que hacen. A pesar de lo que puedas pensar, la mayoría de los niños dicen que el adulto al que quieren parecerse más de mayores es alguno de sus padres.

Si eres fumador:

  • En primer lugar, admite que cometiste un error al empezar a fumar y que, si tuvieras que hacerlo otra vez, no lo harías.
  • En segundo lugar, deja el tabaco. No es fácil y puede requerir varios intentos y la ayuda adicional de un programa o grupo de apoyo, pero tus hijos se sentirán alentados cuando vean que superas tu adicción al tabaco.

Tus hijos y el alcohol

Por | Temas de psicología infantil-juvenil

Por más que a los padres no les guste pensar en ello, la verdad es que muchos adolescentes prueban el alcohol durante sus años de escuela secundaria y universidad, mucho antes de que tengan la edad legal para hacerlo. Las investigaciones han demostrado que casi el 80 % de los niños de secundaria han probado el alcohol.

Aunque este hecho sea común, no es seguro ni legal. Por lo tanto, es importante empezar a hablar sobre el uso y abuso del alcohol con tus hijos a una edad temprana y seguir hablando del tema a medida que crecen.

Los efectos del abuso de alcohol

El alcohol interfiere en la percepción que la persona tiene de la realidad y la capacidad de tomar buenas decisiones. Esto puede ser particularmente peligroso para los niños y adolescentes que tienen menos experiencia en la resolución de problemas y la toma de decisiones.

Los efectos a corto plazo del consumo de alcohol incluyen:

  • visión, audición y coordinación distorsionadas
  • percepciones y emociones alteradas
  • juicio deficiente, que puede ocasionar accidentes, ahogamiento y otras conductas de riesgo como el sexo inseguro y el uso de drogas
  • resacas

Los efectos a largo plazo incluyen:

  • cirrosis y cáncer de hígado
  • dolencias estomacales
  • daño en el corazón y el sistema nervioso central
  • pérdida de memoria
  • mayor riesgo de impotencia
  • alto riesgo de sobredosis

Hablar con tus hijos sobre el alcohol

Mucho antes de que se les presente la oportunidad de beber alcohol, puedes aumentar las posibilidades de que digan «no». La infancia es un momento de aprendizaje y descubrimiento, por lo que es importante alentar a los niños a hacer preguntas, incluso aquellas que pueden ser difíciles de responder.

Niños en edad preescolar:

Aunque los niños de 3 y 4 años no están listos para conocer los hechos sobre el alcohol u otras drogas, comienzan a desarrollar las habilidades de toma de decisiones y resolución de problemas que necesitarán más adelante. Puedes ayudarles a desarrollar esas habilidades de varias formas sencillas.

Por ejemplo, permite que elijan su propia ropa y que no se preocupen si las prendas no conjuntan. Esto les permitirá saber que crees que son capaces de tomar buenas decisiones. Asígnales tareas sencillas y hazles saber que su ayuda es valiosa. Por otro lado, da un buen ejemplo del comportamiento que quieres que ellos demuestren.

De 4 a 7 años:

Los niños de esta edad aún piensan y aprenden principalmente por experiencia y no tienen una buena comprensión de las cosas que sucederán en el futuro, así que mantén las discusiones sobre el alcohol en tiempo presente y relaciónalas con cosas que saben y entienden. Por ejemplo, mirar la televisión con tus hijos puede brindaros la oportunidad de hablar sobre mensajes publicitarios.

Los niños están interesados ​​en cómo funcionan sus cuerpos, por lo que este es un buen momento para hablar sobre cómo mantener una buena salud y evitar las sustancias que podrían perjudicar el cuerpo. Háblales sobre cómo el alcohol afecta nuestra capacidad de ver, escuchar y caminar y cómo altera la forma en que nos sentimos. ¡Y que provoca mal aliento y dolor de cabeza!

De 8 a 11 años:

Los últimos años de la escuela primaria son un momento crucial en el que puedes influir en las decisiones de tus hijos sobre el consumo de alcohol. Así pues, es un buen momento para hablar abiertamente sobre el alcohol: sus efectos y consecuencias a largo y corto plazo, sus efectos físicos y por qué es especialmente peligroso para los cuerpos en crecimiento.

En esta etapa también reciben una fuerte influencia de sus amigos y sus intereses pueden estar determinados por lo que piensan sus compañeros. Así pues, enséñales a decir «no» ante la presión de sus compañeros y discutid acerca de la importancia de pensar y actuar como individuo.

De 12 a 17 años:

Al llegar a la adolescencia, tus hijos deben conocer los hechos sobre el alcohol y sus actitudes y creencias sobre el abuso de sustancias. Aprovecha esta etapa para reforzar lo que ya les has enseñado y mantén abierta la comunicación.

Los adolescentes son más propensos a involucrarse en conductas de riesgo, y su creciente necesidad de independencia puede hacer que quieran desafiar los deseos o las instrucciones de sus padres, pero si haces que tu hijo se sienta aceptado y respetado como individuo, aumentas las posibilidades de que intente ser abierto contigo.

Los niños quieren ser amados y aceptados por sus compañeros, y necesitan cierto grado de privacidad y confianza. Evita hacer excesivos sermones o amenazas y, en cambio, haz hincapié en tu amor y preocupación por ellos.

Enseñar a los hijos a decir «no»

Enseña a tus hijos varias formas de afrontar las ofertas de alcohol:

  • Anímalos a hacer preguntas. Si se les ofrece una bebida de cualquier tipo, deben preguntar «¿Qué es?» y ¿De dónde lo has sacado?».
  • Enséñales a decir «no, gracias» cuando la bebida ofrecida es alcohólica.
  • Recuérdales que se marchen de las situaciones incómodas. Asegúrate de que tengan dinero para el transporte o un número de teléfono donde te puedan localizar a ti o a otro adulto responsable.
  • Enséñales a no aceptar nunca que alguien que ha bebido los lleve en coche. Algunos padres consideran que ofrecerse a ir a recogerles en una situación incómoda (sin hacer preguntas) los anima a ser honestos y a llamar cuando necesitan ayuda.

Factores de riesgo

Las etapas de transición, como el inicio de la pubertad o el divorcio de los padres, pueden llevar a los niños a consumir alcohol, de modo que enséñeles que, incluso en las situaciones tristes o estresantes, beber alcohol como evasión puede empeorar las cosas.

Los niños que tienen problemas de autocontrol o baja autoestima tienen más probabilidades de abusar del alcohol. Es posible que no crean que pueden gestionar sus problemas y frustraciones sin usar algo para sentirse mejor.

Los niños sin un sentido de conexión con sus familias o que se sienten diferentes de alguna manera (apariencia, circunstancias económicas, etc.) también pueden estar en riesgo.

Consejos generales

Afortunadamente, los padres pueden hacer mucho para proteger a sus hijos del uso y abuso del alcohol:

  • Se un buen modelo a seguir. Considera cómo tu consumo de alcohol puede influir en tus hijos. Considera ofrecer solo bebidas no alcohólicas en fiestas y eventos sociales para mostrarles que no necesitas beber para divertirte.
  • Infórmate sobre el alcohol para ser un mejor maestro. Lee y recopila información que puedas compartir con tus hijos y con otros padres.
  • Se consciente de cómo puedes ayudar a construir la autoestima de tus hijos. Por ejemplo, es más probable que se sientan bien consigo mismos si destacas sus fortalezas y refuerzas positivamente los comportamientos saludables.
  • Enséñales a gestionar el estrés de formas saludables, como buscar la ayuda de un adulto de confianza o participar en una actividad favorita.

Reconocer los signos

A pesar de tus esfuerzos, es posible que tu hijo consuma y abuse del alcohol. ¿Cómo puedes saberlo? Aquí tienes algunas señales de advertencia comunes:

  • cambio repentino en el estado de ánimo o actitud
  • cambio en la asistencia a la escuela o en el rendimiento
  • pérdida de interés en la escuela, los deportes u otras actividades
  • problemas de disciplina en la escuela
  • distancia con los familiares y amigos
  • secretismo
  • asociación con un nuevo grupo de amigos y reticencia a presentártelos
  • depresión y dificultades de desarrollo

Es importante no llegar a conclusiones precipitadas basadas solo en una o dos señales. La adolescencia es una época de cambios: físicos, sociales, emocionales e intelectuales. Esto puede llevar a un comportamiento errático y a alteraciones en el humor cuando los jóvenes tratan de hacer frente a todos estos cambios.

Si tus hijos están consumiendo alcohol, generalmente habrá un conjunto de estos signos. Si detectas una serie de cambios, busca todas las explicaciones posibles hablando con ellos, pero no pases por alto la posibilidad del abuso de sustancias.

Otros consejos

  • Intenta estar al corriente de adónde van tus hijos.
  • Conoce a los padres de los amigos de tus hijos.
  • Ten siempre un número de teléfono donde poder comunicarte con tus hijos.
  • Haz que se comuniquen regularmente cuando están fuera de casa.

Para los adolescentes, especialmente los que tienen edad suficiente para conducir, considera negociar y firmar un contrato de comportamiento que especifique la forma en que esperas que se comporten y establezca las consecuencias de conducir habiendo bebido.

Es importante mantener una comunicación abierta y unas expectativas razonables. Enséñales que la libertad solo viene con la responsabilidad, una lección que debe durar toda la vida.

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